Estimada comunidad:
Sintiendo junto a ustedes en esta cuarentena, animándoles a cuidar la salud y la familia les comparto una reflexión desde el Evangelio de hoy Martes Santo.
Les invito a sentarse en la mesa con Jesús, que nos quiere hacer partícipes de su misión: amar a Dios y al ser humano hasta el extremo ¿Qué sentimientos nos despierta esta comida distinta con él?
Mirémonos en comunidad. Percibamos nuestras respuestas a esta nueva unidad a que nos invita el Maestro, el Amigo. Pongamos atención en las respuestas que recibió de su amigos en su tiempo. Nuestro amigo recibió dos dolorosas respuestas, por un lado la traición de un hermano de confianza y crítico siempre, Judas, y el pronóstico de negación que Jesús intuye en su mejor amigo y discípulo Pedro, .
¿Qué nos dirían hoy Judas y Pedro, nuestros hermanos?
Nos pedirán estar atentos para captar, en nuestra propia vida, y corregir cuantas veces sea necesario las actitudes que ellos tuvieron con su amigo Jesús.
Nos advertirán que negar o traicionar a Jesús es algo que, al fin y al cabo, se puede hacer con facilidad. Porque la propuesta de Jesús, nos atrae, pero es compleja. La exigencia de seguirle, hasta las últimas consecuencias, nos asusta, no saca de nuestra seguridad personal, nos coloca en riesgo, nos acerca a la tentación de traicionarlo o negarlo, aunque no lo deseemos.
Nos enseñarán que aprendiendo a discernir el mal espíritu de la traición o negación de la misión compartida con Jesús, entonces podremos comenzar a encarnar al “discípulo amado”, aquel que descansa sobre el pecho de Jesús dejándose querer y cuidar.
Nos dirán que, a pesar de todo, tengamos confianza porque compartimos con ellos el ser el “traidor amado” o el “negador amado” por Jesús, quien nos invitará a la cena nuevamente, a compartir el pan y el vino de la vida.
Juan 13,21-33.36-38.