Como iglesia este mes nos recordamos que la familia es la pequeña y cotidiana iglesia, es la primera escuela que nos enseña a través de sus vínculos la cultura del amor, y es a quien Jesús hace una invitación especial: “ser su familia, ser una familia con otras familias, al buscar y hacer la voluntad de Dios” (Mt.12,46-50 – Mc. 3,31-35 – Lc. 8,19-21). Sin duda la familia fue para Jesús su escuela de fe, de humanidad, de amor, solidaridad y justicia, nunca encerrada en sí misma y siempre abierta al otro, a los demás, a expandir sus vínculos y familiarizarse con el prójimo.

Navegando en internet me he encontrado con una historia que me hizo pensar en el sentido y la vocación fundamental de la familia. Se trata de una anécdota en una clase antropología con la pionera en estudios de educación y crianza de niños en diversas culturas, antropóloga y poeta, Margaret Mead:

“Una estudiante preguntó a la antropóloga, Margaret Mead, cuál era el primer signo de civilización en una cultura. Creyó que diría que fueron las herramientas o el lenguaje. Pero Mead opinó que el primer signo de civilización hallado por arqueólogos fue un fémur humano (hueso del muslo) roto y curado. Mead explicó que cualquier animal salvaje muere si se rompe una pierna. No puede huir del peligro, ir al río a beber agua ni buscar comida. Se convierte en cena de depredadores. Ningún animal sobrevive suficiente tiempo para que un hueso quebrado sane. Una pierna rota curada significa que otra persona trató la herida, alimentó y cuidó al accidentado hasta que se recuperó. Mead señaló que ayudar a otro a superar una dificultad es el inicio de la civilización”.

Para Mead cultivar los vínculos del cuidado al otro marcan las relaciones de la familia más allá de los lazos directos de sangre, y me hace mucho sentido entonces la invitación de Jesús en el buen Samaritano (Lc. 10,25-37) y el mandamiento del amor (Marcos 12,28-34 – Mateo 22,34-40): “seamos familia, ama al otro como si fuese tu familia, cuidémonos unos a otros mientras tenemos los huesos rotos”.

En este mes queremos ir reflexionando y compartiendo ¿cómo estamos viviendo nuestra familiaridad?»

Un abrazo en Dios que nos hace familia.

Roberto Rantul B.