Es una celebración de carácter reflexivo que nos invita a romper los esquemas del cotidiano para reunirnos a meditar y disfrutar de este tiempo sagrado. Nos transporta a un tiempo-espacio dramático e intenso de ocho días que van desde el domingo de ramos hasta el domingo de resurrección. Cada momento y acontecimiento con un ritmo e importancia donde ningún suceso es innecesario ni complejo. Sino el evento preciso, justo y divino que nos lleva a la enseñanza y acto más puro que ha perdurado y transcendido todos los cuadros de la humanidad. La muerte y resurrección de Jesús como voluntad de su Padre, donde él se entrega en totalidad a la causa del Reino. Da la vida por todos los asesinados, por lo que sufren y los derrotados, por aquellos que no vivieron para ver la luz, ni fueron respetados ni tratados con dignidad. Él ha entregado su vida como acto de amor a la humanidad, y así llevar consigo a todos los que han experimentado tristezas y carencias a su Reino.

Hoy comparo su acción con lo que nos afecta como país, por los niños a los que le arrebataron la voz, y les mostraron el lado más vil existente en esta tierra. Por Tamara, Tomás y tantos pequeños que han resultado heridos, y que han pagado las negligencias del sistema. Por ellos/as dedico esta reflexión para que cada vez que lean esta nota, se inmortalice y nunca se olvide que hemos sido bendecidos de ser partícipe de este viaje llamado vida, y que somos responsables de hacer desde nuestras comunidades un mundo mejor, equitativo y respetuoso para todas las formas de vida que nos acompañan y guían en esta aventura. Los invito a que por un momento se dedique a sentir y agradecer el hecho de estar en este plano, y el poder compartir en familia, de los amigos y compañeros del Colegio. En la resurrección de Jesús, pídanse la vida y cada vez que despierten agradezcan por esa nueva oportunidad de emprender, de estar sanos y completos.

“Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lucas 23,43)

María Ignacia Ortiz
3ero medio A