Fuente: jesuitas.cl
El padre Seve Lázaro SJ. de España relata su experiencia como enfermo, y como testigo, de la pandemia del coronavirus.
Por Seve Lázaro, SJ. (Testimonio recogido de Info SJ recogiendo su experiencia de estar contagiado con el virus en España, uno de los países más afectados por la pandemia en el mundo)
Me piden que escriba unas letras sobre cómo estoy viviendo este tiempo de aislamiento. El haber sido tocado por esto del coronavirus y haber visto sus garras primero en casa y luego en el hospital, sin hacerme sentir diferente a nadie, me convierte un poco en víctima y otro poco en testigo, como muchos otros. Creo que el aprendizaje está en ir del primero al segundo.
Víctima, como tanta y tanta gente que a mi alrededor lo padece y lo sufre. Con esa incertidumbre de ver los síntomas aparecer y darme cuenta de que nada me calma, de que nada alivian esos remedios de paracetamol, ibuprofeno, nolotil, y tantos otros calmantes. ¡Qué desesperación llegué a sentir con esa maldita fiebre que no se me iba!
Víctima, porque me sentí esquizofrénicamente desinformado de lo que realmente me pasaba. Pues los números oficiales de teléfono a los que llamaba, nunca me cogían, o los médicos me lo negaban todo en los pasos previos al ingreso, quédate en casa, me decían, será una gripe, será un cuadro viral, bueno, te vamos a hacer unas pruebas y te vuelves a casa… Cuando por otro lado, los medios me inundaban de información con los síntomas, y día a día en mi domicilio comprobaba que eran los que yo tenía. ¡Llegué a no entender nada!
Víctima también de verme de repente marcado y señalado, como alguien al que hay que aislar inmediatamente y del que hay que prevenirse, del que hay que avisar urgentemente que lo tengo, para que todos aquellos con los que estuve en contacto se pusieran rápidamente en cuarentena. Lo que me hizo ver el rostro más amargo de esta pandemia: estoy contagiado y condenado a estar solo, apartado. Todavía resuena en mi cabeza el grito de una enfermera diciéndole a otra que se disponía a entrar en mi habitación: ¡En la 325 no entres por nada del mundo! Cuántas habitaciones y domicilios tienen esa marca y se les habla y mete la comida desde la puerta, o se les llama por teléfono una miserable vez al día desde los centros médicos, para poco a poco dejarles morir, como a Pepi, la sacristana de nuestra parroquia.
Una video conferencia fue la forma que encontró el Papa Francisco para, a través del periodista español Jordi Évola, comunicar un mensaje de tranquilidad y esperanza en tiempos en que la mayoría del planeta se encuentra enfrentando la epidemia por el virus Covid-19.
Mientras que en algunas comunas de Chile se llama a mantener una cuarentena total, en el país ibérico enfrentan una etapa avanzada del proceso de aislamiento y lamentan una gran cantidad de muertos. Por eso, la entrevista realizada desde la casa del comunicador del canal La Sexta tiene tanta relevancia.
“He tenido mis crisis de fe y las he resuelto por la gracia de Dios. Pero nadie se salva del camino común de la gente, que es el mejor camino, el más seguro, el concreto.Y eso nos hace bien a todos“, reveló el sumo pontífice dando a entender que la sinceridad primaría en la conversación realizada vía computadora desde el Vaticano.
Francisco fue directo y abordó diferentes temas, desde lo práctico a lo social, analizando el sistema político imperante: “Las soluciones concretas las tiene que buscar cada uno en cada situación, pero ciertamente, ‘el sálvese quien pueda no es solución’“, señalo al ser consultado por los despidos masivos de trabajadores que se han visto en algunos países.
Su mensaje continúo por esa senda: “Una empresa que despide para salvarse no es una solución. En este momento más que despedir, hay que acoger y hacer sentir que hay una sociedad solidaria. Son los grandes gestos que hacen falta ahora“.
Sin embargo, para Francisco la esperanza en que la crisis por coronavirus “enseñe a los pueblos para revisar sus vidas”, es una oportunidad.
“Vamos a salir mejores. Muchos quedarán en el camino y será duro, pero tengo fe”.